En un futuro no tan distante, la humanidad descubrió el proceso de fotosíntesis inversa, permitiendo a las ciudades generar su propia energía a partir de la luz artificial nocturna. Este avance transformó por completo la arquitectura y el urbanismo, dando paso a metrópolis bioluminiscentes donde los edificios brillaban con vida propia, y la escasez energética se convirtió en un recuerdo lejano. La flora y fauna artificial poblaban los tejados y fachadas, creando ecosistemas urbanos autosuficientes y visualmente espectaculares.